Misión bajo la sombra del sionismo

Reflexiones de un teólogo cristiano palestino sobre Lausana IV

Por Tony Deik

Ha pasado alrededor de un mes desde la reunión mundial de Lausana IV en Incheon, Corea del Sur. Como uno de los cuatro participantes palestinos, varias personas me animaron a publicar una perspectiva cristiana palestina sobre la presentación de Ruth Padilla DeBorst, la única plenaria dedicada al tema de la justicia. En su intervención, Padilla DeBorst se refirió brevemente a la actual guerra de Israel contra Gaza, lo que llevó a los dirigentes de Lausana a pedir disculpas a todos los participantes en la conferencia. Este incidente nos escandalizó a muchos y me llevó a preguntarme si Lausana IV era realmente un espacio para un diálogo significativo o simplemente un acto de movilización diseñado para energizar a quienes comparten una visión misionológica específica, como el objetivo –declarado por un ponente– de acelerar la realización de la Gran Comisión para 2033 para evitar que 4.000 personas por hora vayan al infierno.

Lamentablemente, en lugar de buscar una perspectiva cristiana palestina sobre el discurso de Padilla DeBorst, varios influyentes medios de comunicación cristianos occidentales se han negado a publicar mi artículo: un editor rechazó inmediatamente la idea, mencionando la postura editorial sionista de su revista; otro expresó su preocupación de que mi perspectiva pudiera enojar a algunas personas; y un tercero rechazó mi artículo por inoportuno, a pesar de que lo envié inmediatamente después del congreso. A pesar de los continuos intentos de silenciar las voces palestinas, ofrezco aquí mis reflexiones sobre la ponencia de Padilla DeBorst. Mi objetivo es contextualizar y ampliar el significado de sus comentarios sobre Palestina.

Padilla DeBorst, una teóloga latinoamericana experimentada, habló proféticamente a los más de 5,000 líderes cristianos que representaban a más de 200 países:

Lo que hace que el pueblo de Dios sea tal no son expresiones superficiales de piedad religiosa, jerga «cristiana», jingles de adoración o teologías colonialistas que justifican y financian la opresión bajo el disfraz de alguna escatología dispensacionalista.

No hay lugar para la indiferencia hacia todos los que sufren el azote de la guerra y la violencia en el mundo entero, el pueblo desarraigado y asediado de Gaza, los rehenes retenidos tanto por Israel como por Hamás y sus familias, los palestinos amenazados en sus propios territorios, todos los que lloran la pérdida de seres queridos. Su dolor es nuestro dolor si somos el pueblo de Dios.

Irónicamente, esas líneas que molestaron a algunas personas en Lausana IV fueron las que me hicieron valorar y apreciar más el discurso de Padilla DeBorst. En lo que sigue, compartiré dos razones principales por las que me sentí así. En primer lugar, situaré las palabras de Padilla DeBorst en el contexto más amplio del conflicto palestino-israelí y, en segundo lugar, hablaré de la participación/involucramiento evangélica en las guerras de Israel contra los palestinos. Para un análisis más detallado de algunas de las cuestiones teológicas abordadas aquí, los lectores pueden consultar mi ponencia plenaria en Christ at the Checkpoint 2024 (Cristo en el Puesto de Control 2024), Missiology After Gaza: Christian Zionism, God’s Image, and the Gospel (Misiología después de Gaza: el sionismo cristiano, la imagen de Dios y el Evangelio).

Las palabras de Padilla DeBorst en contexto: colonialismo, apartheid y «detención
administrativa»

El conflicto palestino-israelí es uno de los más antiguos de la historia moderna. Sin embargo, no es un conflicto entre iguales, sino una lucha colono-colonialista entre opresor y oprimido, colonizador y colonizado.

A finales del siglo XIX y principios del XX, los judíos europeos intentaron imitar el paradigma colono-colonialista que sus compatriotas «cristianos» habían seguido en América y Oceanía. Estos judíos europeos iniciaron un movimiento conocido como sionismo, encabezado por Theodor Herzl, un periodista austrohúngaro. El objetivo del sionismo era hacer frente al antisemitismo arraigado en Europa estableciendo lo que Herzl denominó der Judenstaat (el Estado judío). Con el apoyo de las potencias occidentales, el movimiento sionista comenzó a promover y facilitar la inmigración masiva de judíos de Europa a Palestina. Estos judíos no vinieron a vivir entre nosotros como inmigrantes. Por el contrario, vinieron a establecer un etnoestado –un Judenstaat étnicamente exclusivo– en una tierra habitada por otras personas: los palestinos.

¿Cómo lograron esto los colonos sionistas? No con flores y globos, sino con sangre y huesos palestinos, que suele ser el caso en las iniciativas colonialistas. Como parte del establecimiento de Israel en 1948 –visto por muchos evangélicos como «un signo de la fidelidad de Dios»–, las milicias sionistas cometieron no menos de 30 masacres documentadas contra palestinos, destruyeron 530 aldeas palestinas y expulsaron a 750.000 palestinos de sus hogares –casi el 90% de la población del territorio que finalmente se convirtió en el Estado de Israel. El resultado fue la conquista del 78% de la Palestina histórica. Para nosotros, los palestinos, estas atrocidades son nuestra Nakba (catástrofe), pero el renombrado historiador israelí Ilan Pappé demuestra acertadamente cómo formaban parte de un plan intencionado: la limpieza étnica de Palestina.

Trágicamente, la Nakba palestina no se detuvo en 1948, sino que ha continuado desde entonces. Israel es un país sin fronteras bien definidas; es un estado colonialista con una política que promueve «un máximo de tierra con un mínimo de palestinos».

En Gaza, Israel ha utilizado como arma los deplorables acontecimientos del 7 de octubre para implementar esta política; de ahí la desproporcionada guerra genocida en curso contra Gaza que, al momento de escribir este artículo (y tomando en cuenta solo las muertes confirmadas), se cobró la vida de más de 42.800 palestinos, entre ellos 16.765 niños. Terriblemente, un destacado teólogo dispensacionalista, que estuvo presente en Lausana IV, describió recientemente la política de Israel de guerras desproporcionadas como «comprensible».

En Cisjordania, Israel implementa la política de «un máximo de tierra con un mínimo de palestinos» utilizando un brutal sistema de apartheid colonialista que facilita el continuo acaparamiento de tierras y la expansión de los asentamientos israelíes. Ya el 60% de la tierra palestina en Cisjordania (la llamada Área C) está confiscada por Israel. A nivel personal, mi familia y yo vivimos actualmente en el exilio forzoso debido a las políticas de apartheid de Israel (puede escuchar nuestra historia aquí).

Por supuesto, qué bueno hubiera sido que la presentación de Padilla DeBorst abarcara todo esto. Pero solo disponía de 15 minutos para abordar todo el tema de la justicia en el mundo. Lo que hizo, sin embargo, fue ejemplar: destacó la difícil situación no solo de «el pueblo desarraigado y asediado de Gaza», sino también de «los rehenes retenidos por Israel». Este último punto causó revuelo en algunos círculos; me contaron que un grupo de alemanes estaba a punto de abandonar la sala cuando Padilla DeBorst mencionó «los rehenes retenidos por Israel». ¿Cómo se atrevía a afirmar que Israel –«la única democracia de Oriente Medio»– tenía rehenes palestinos?

Sin embargo, lo que hizo Padilla DeBorst muestra valentía profética. Puso de relieve la olvidada situación de los palestinos detenidos en virtud del tristemente célebre sistema israelí de «detención administrativa», bien documentado incluso por organizaciones israelíes de derechos humanos, como B’tselem. Según el sistema de apartheid israelí en Cisjordania, el ejército israelí puede detener a cualquier palestino sin cargos ni juicio, una política que no se aplica a los colonos judíos que viven en la misma zona. Cuando estudiaba en la Universidad de Birzeit, en Cisjordania, soldados israelíes irrumpieron en mi departamento una noche, sin motivo alguno, apuntándome con sus fusiles. Tuve la suerte de que no me detuvieran ni me dispararan, pero varios de mis amigos acabaron en «detención administrativa» israelí durante periodos prolongados. En abril de 2024, soldados israelíes secuestraron a punta de pistola a la cristiana anglicana palestina Layan Nasir en su casa de Cisjordania, dejando a sus padres sin saber nada de su paradero. Por la misma época, Israel detuvo y maltrató terriblemente a la estimada académica cristiana palestina Nadera Shalhoub-Kevorkian. La confinaron en espacios contaminados con orina e infestados de cucarachas, soportó gritos e intimidaciones y la privaron de sueño, al tiempo que le negaban el acceso a sus medicamentos esenciales.

Los evangélicos participan de la guerra contra los palestinos

El énfasis de Padilla DeBorst en el sufrimiento y la opresión de los palestinos es crucial no solo porque la situación palestina descrita anteriormente a menudo ha sido desatendida por los evangélicos, sino quizás lo más importante porque muchos evangélicos han desempeñado trágicamente un papel activo en las guerras contra los palestinos al proporcionarle a Israel apoyo espiritual, teológico y práctico.

La oración sionista colgada en el muro de oración de Lausana IV.
  1. Teológicamente, según Pew Research (Mayo 2022), el 70% de los evangélicos blancos de EE. UU. creen que «Dios dio la tierra que ahora es Israel al pueblo judío». Esta creencia es un principio básico del sionismo cristiano dispensacionalista que Padilla DeBorst criticó en su charla plenaria. Sin embargo, el hecho de que esta creencia esté muy extendida en EE. UU. no significa que la cuestión solo se encuentre allí. Dondequiera que resido, incluyendo Filipinas, el Reino Unido y Bolivia, me encuentro con el sionismo cristiano. Actualmente vivimos en Cochabamba, Bolivia, y la iglesia pentecostal que hay junto a nuestra casa no exhibe ningún símbolo cristiano, sino, en su lugar, ¡una gran bandera israelí! La situación no es mejor en África, como demuestra un libro editado por Cynthia Holder Rich. Una razón clave detrás de la propagación del sionismo cristiano en el mundo mayoritario es la influencia de los misioneros que sostienen creencias dispensacionalistas.
    En palabras del teólogo palestino Mitri Raheb, afirmaciones como «Dios dio la tierra a Israel» e «Israel tiene un derecho divino sobre la tierra» forman parte del «software» que permite la maquinaria bélica israelí. Este «software» no solo es incompatible con el Evangelio, sino que es una grave distorsión del carácter de Dios y de la buena nueva de Jesús. El sionismo cristiano, como expliqué en mi reciente charla en Christ at the Checkpoint (Cristo en el Puesto de Control), representa a Dios no como justo o bueno, sino como una deidad tribal y racista que muestra favoritismo hacia una nación o raza particular sobre otras, incluyendo la entrega de tierras habitadas por otros pueblos. Ciertamente, este no es el Dios al que adoramos en Cristo, que es justo y bueno y «no muestra favoritismos» (Hechos 10:34 NVI).
  2. Espiritualmente, muchos evangélicos oran para que Israel conquiste y derrote a sus enemigos. Me encontré por primera vez con oraciones de este estilo cuando trabajaba como misionero en una agencia misionera occidental, y sigo encontrándomelas en los círculos evangélicos, ¡por última vez en Lausana IV! Para nuestra tristeza y dolor, alguien publicó en el muro de oración del congreso: «Oren por Israel: que venza a sus enemigos». Esto, para mí, es una oración genocida que se opone frontalmente al Evangelio de Cristo, ya que «conquistar a los palestinos» en el dogma militar israelí equivale a la limpieza étnica de Palestina, como mi abuelo y su familia presenciaron en 1948 y como estamos presenciando hoy en la guerra genocida contra Gaza. Por supuesto, los dirigentes de Lausana no pidieron disculpas por esta oración horrible y anticristiana.
  3. En la práctica, uno de los principales énfasis del evangelicalismo es el «activismo», como sostiene David Bebbington. Por lo tanto, es de esperar que los evangélicos sionistas, que oran por la derrota de los enemigos de Israel y que creen que Israel tiene un derecho divino sobre la Palestina histórica, actúen de acuerdo con sus convicciones teológicas y espirituales. Por ejemplo, una señora me contó una vez cómo «el Espíritu Santo» la llevó a ponerse en contacto con la embajada israelí en su país para organizar una gran conferencia en apoyo de Israel. No se trata de un caso aislado. Cristianos Unidos por Israel (CUFI) es una coalición dispensacionalista con sede en Estados Unidos que cuenta con 10 millones de miembros y se dedica a apoyar a Israel espiritual, teológica y políticamente. Un somero examen del sitio web de CUFI daría amplios ejemplos del tipo de apoyo material que estos evangélicos extienden a Israel, incluido el cabildeo político, las donaciones financieras y el patrocinio de viajes políticos a Israel para «transformar a los pastores de peregrinos espirituales en sionistas apasionados». Otros rasgos distintivos de CUFI son su apoyo a los asentamientos israelíes, su oposición a los derechos de los palestinos y su apoyo al envío de más armas a Israel.

En pocas palabras, el sionismo cristiano es incompatible con el Evangelio y no tiene lugar en absoluto en la justa y santa Esposa de Cristo, luz del mundo y sal de la tierra. Si Lausana se toma en serio su objetivo de «declarar y mostrar a Cristo», voces proféticas como la de Padilla DeBorst deberían amplificarse aún más, no silenciarse ni difamarse. Además, la cuestión del sionismo cristiano debería haberse tratado adecuadamente en el informe de Lausana sobre el Estado de la Gran Comisión, en el congreso en sí y en la Declaración de Seúl, ya que el estado de la Gran Comisión está íntimamente entrelazado con el estado de la Iglesia. ¿Cómo podemos declarar y mostrar a Cristo mientras sostenemos una teología que distorsiona gravemente el carácter de Dios? ¿Qué evangelio estamos proclamando al mundo? Pedro y la Iglesia primitiva tuvieron que deshacerse de su teología etnocéntrica antes de predicar la buena nueva de Jesús a las naciones (Hechos 10:33-36). Por tanto, sin duda debemos abandonar una teología racista y colonialista que justifica la muerte y la destrucción si queremos proclamar y demostrar el auténtico Evangelio de Cristo.


BIO: Tony Deik es miembro del Equipo Gestor y de la Junta Directiva de la Fraternidad Internacional para la Misión como Transformación (INFEMIT), Profesor de Estudios Bíblicos en Bethlehem Bible College (Seminario Bíblico de Belén) e Investigador Asociado en el Centre for the Study of Bible and Violence (Centro para el Estudio de la Biblia y la Violencia), Reino Unido. Cristiano palestino de Belén, Tony ha vivido y ejercido su ministerio en diferentes contextos durante los últimos trece años, incluyendo Filipinas, Hong Kong, Inglaterra, Palestina y Bolivia. Tony está casado con Sara Amestegui Deik, y tienen una hija de seis años, Nour Sofia.